sábado, 27 de enero de 2007

Camino al Machu Picchu

Bus de Cusco a Santa María, gran cagazo, camino de tierra a los saltos olimpicos y lucesitas vistas como hormigas desde la ventana, por lo tanto dar vuelta la cara para no ver pero.... de mi lado toda la montaña derrumbada a lo largo del camino cual efecto dominó. Llegamos a destino sanos y salvos a las 2.30 de la madrugada y de ahi nos esperaba una combi para llevarnos a Santa Teresa por una ruta similar con 15 personas encima donde en verdad solo caben 10. El viejo chofer pone primera con toda la furia y pilotea como campeón de F1, alguna ambición frustrada de conductor de todo terreno en una mini combi made in Taiwan. Pasamos por un pueblo y el viejo se baja y pregunta "No hay mas lugar, no?" a lo que todos contestamos al unísono que NO. De repente se escuchan ruidos en el techo donde estaban las mochilas, pensamos que las estaría acomodando... No, no, no lo que acomodaba eran los cuerpos de los nuevos pasajeros efectivamente en el techo a esa hora del día, por la selva tupida húmeda y fría y con el abismo al lado. Mientras tanto el río Urubamba rugía en sintonía con los grillos y la correa del móvil gemía con cada marcha cuesta arriba en el camino.
LLegamos a Santa Teresa de madrugada y emprendemos el camino para cruzar el río mediante un improvisado carro volador denominado en la zona como "la oroya"; y así lo hacemos, volamos encima del río arriba de una canasta de madera y hierro sujetada a un cable de acero , increíble, excitante y muy disfrutable. Al otro lado de la orilla tomamos un camión que nos lleva hasta Hidro, sentados o parados la vista es espectacular, el camino bordea el río Urubamaba que nos viene acompañando incansablemente con su rugida, al igual que la lluvia, las cascadas que caen por las montañas y la vegetación que inunda los ojos de selva y exhuberancia. Nos bajamos en las vías del tren y empezamos a caminar, 2 horas y media de pasos felices, respirando con todo el cuerpo lo que ofrece la naturaleza por estos lados. Sigue siempre el río como fiel compañero y los durmientes marcando el paso. La lluvia no cesa ni un solo instante y nos sumergimos en pleno en la humedad de la selva, cediendo ante la insistencia del agua. Las montañas con los verdes cubriendo la piedra gris y sus nubes como cortinas de humo siempre presentes y movedizas, arriba no hay celeste, solo un cielo blancuzco. Seguimos el último tramo de la caminata y ya las piernas y la espalda soportando la mochila hacían sentir el cansancio. Llegamos al pueblo de Aguas Calientes, terminamos la última subida y miramos hacia atrás la montaña, el río y la lluvia, testigos de nuestra aventura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese camino es vida, es aventura, es dolor y miedo. Pero es la ke keda en la memoria como el testimonio de ke estamos vivos, de ke aun hay aventura, de ke aun hay lugasres en el planeta en ke genracion a generacion la maravilla se mantiene.
Besos mi viajera.

Anónimo dijo...

Juli, lo que estás viviendo es sencillamente, único e inolvidable, espero que lo estés disfrutando a pleno. Besazos!